jueves, diciembre 04, 2008

No es una despedida con adiós

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En el año 2006 comencé la publicación de este blog, que tan útil me ha sido. Aunque no ha transcurrido mucho tiempo desde entonces, este extraordinario medio de comunicación se ha desarrollado hasta ser hoy, un instrumento común en cualquier casa amueblada mínimamente, y una ventana y una voz sin censura para las personas que desean compartir y ser escuchadas.

Hace ya unos días que Luces de Barro viene moderando el paso como esperando encontrar un cruce de caminos donde elegir una nueva ruta.

Un instrumento como este, significa mostrarse a los demás continuamente, eso es un riesgo y un peligro al que hay que atreverse; es también un reto diario y una cita a la que ya no puedes faltar, y entonces notas, que creces por dentro. Durante este tiempo he creado, he copiado y he mentido; he hablado de mis sueños, de mis emociones, de mis días grises, de mi fantasía, de política, de sensualidad, de sociedad, de injusticia, de amor o de amistad... siempre intentando, que no faltara el humor; espero vuestra indulgencia.

Esto no es una despedida con adiós, es sólo un descanso en esta estación para ver pasar otros trenes, para imaginar otros espacios donde poder seguir viajando con todo mi equipaje, aunque lo mejor sería... reducirlo todo a una agradecida sonrisa a la vida.
Salud

Yo no puedo darte más. Salinas lo decía. No soy más que lo que soy. Un pronombre solitario que te tiembla con mesura en la linde de la boca. Algo de carne, hemoglobina. El horizonte trabajado por tu vista cuando quieres soñar que estoy al otro lado que eres tú. Después desaparezco en tu falda, en tus tacones, en el cepillo que te acaricia dulcemente el pelo, en tu olor, en la blusa que te pones al abandonar la habitación, al dejar este espacio en el que soy no más que sólo esto, pero esto que te basta mientras tu ropa aguarda, con soltura, que le llegue el turno de ser yo. Y siempre llega ese momento y te quedas sin quedarte entre mis manos y todo vuelve al comienzo y al final, a la hora en que me llamas y me dices lo que me tienes que decir, y cuanto soy es entonces suficiente. Yo no puedo darte más. No soy más que lo que soy. Salvo ese instante único en que somos y nos damos un poema. Este poema. Tú y yo.