Algo debe morir cuando algo nace; debe ser sofocado, y su sustancia chupada para ser riego o lactancia en que otro ser su urgencia satisface. No habrá otra hora pues en que te abrace mientras muerdo en la cándida abundancia de tus dos pechos; no habrá ya otra instancia en que tu cuerpo con mi cuerpo enlace; no penetraré más en la garganta anfractuosa de tu sexo alpino. Tú a otra luz amaneces; yo declino. Mi degollado ardor tu altar levanta, mi reprimida hambre te alimenta, y el yermo de mi lecho te cimenta.
lunes, junio 30, 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario